Breve comentario frente al papel de la mujer en Las mil y una noches


Valerie H.


Las mujeres han sido las que por tradición encarnaron la oralidad. Ellas, al cuidado de los hijos, se encargaban muchas veces de educarlos, en especial en las clases bajas. La típica imagen que se viene a la mente de un niño siendo arrullado hasta dormirse es aquella en la que la mujer está a su lado, cantando o leyendo. La tradición griega nos ha demostrado que la transmisión oral se hacía a través del canto, con los rapsodas dando su mejor repertorio a un gran público. Las historias se transmitieron durante siglos de este modo. Pero en el contexto hogareño, la mujer es la que reina, ella es el centro del hogar, es la que nutre, la que cuida, y es la mujer la que ha dado un paso adelante a la hora de preservar y transmitir la tradición literaria como una “cuentacuentos”.

Sherezade ocupa este rol en Las mil y una noches, y al poner a su hermana menor dentro de la historia como la que pide que “cuente un cuento”, es retratada como una madre. No es una cuestión extraña que ocurra esto en el relato, pues en la historia de Arabia existió una figura subversiva llamada, literalmente, “cuentacuentos”, que se encargaba de promover fantasías e instigar revueltas en espacios públicos (Jarpa Manzur, 2007). Estos cuentacuentos siempre eran mujeres. Así mismo, las fábulas orales, fueron custodiadas por las mujeres en los harenes, las doncellas cultas, que eran quienes se encargaban de transmitirlas.

La particularidad de estas figuras descansaba en el hecho de que los protagonistas de estas historias eran minorías, mujeres, esclavos, personas que no tenían poder dentro de la sociedad islámica y tradicionalista en la que gobernaba el hombre libre.

Las mil y una noches comienza como un cuento de traición, ira y venganza ante el acto impúdico de mujeres que osaron desafiar el lugar que dentro de la sociedad les pertenecía, el de débiles y sumisas ante sus esposos. En medio de la violencia es que se presenta a Sherezade como una heroína política, una libertadora del pueblo y de las mujeres, un símbolo de la lucha contra la opresión y una pacifista mediadora. A través, no sólo de la palabra, sino de la astucia, logra cambiar la mente de un hombre enceguecido por la ira y empeñado en no dejarse engañar de nuevo por una mujer. Sherezade lo convierte en alguien cuyo corazón deja de estar corrompido por el odio.

Es el acto de contar el que lleva a un verdadero cambio en el ser del rey, ella no es una mera boca que cuenta todo tipo de cuentos, sino que es su forma de presentar las historias la que lleva al rey Schahriar a revivir su pasado, estar consciente de su presente e incluso llegar a un mejor futuro en el que no está consumido por el rencor sino que puede disfrutar plenamente de su vida con una familia propia (Jarpa Manzur, 2007).

Es interesante la clase de historias que Sherezade cuenta, de mujeres “perversas”: prostitutas, hechiceras, profetisas, sabias, amantes necrófilas y vírgenes adúlteras, estas mujeres desafiaban el rol que su sociedad patriarcal les había impuesto. Era riesgoso hacerlo, pero Sherezade nunca dudó, y en cambio, usó a estas mujeres para exponer al rey a su trauma, reeducarlo y llevarlo a la curación psicológica.

En este proceso es de vital importancia la figura de la noche, que tradicionalmente se ha usado para significar la capacidad de ensoñación—creación de realidades diferentes que ofrecen alternativas de vida—, el despertar de las pasiones y el deseo sexual, y en general, la desaparición de las ataduras sociales y la identificación de la noche con aquello que es “oscuro”, es decir, la muerte, el miedo, la soledad o el silencio (Arreola Medina, 1995). La noche trae consigo la capacidad de hacer florecer lo que no es posible demostrar en el día.

En la tradición islámica patriarcal, la noche se ha asociado con las tinieblas, el mal y el caos, condiciones con las que las fuerzas demoniacas tentaban a los hijos de Alá (Jarpa Manzur, 2007). Así mismo, entre éstas también ubicaban lo femenino y, sobre todo, a la mujer. En el contexto de Las mil y una noches, la noche es símbolo de subversión, es cuando las reinas desafían a sus esposos y osan engañarlos, pero es también el espacio temporal en el que Sherezade despliega sus armas y gana la guerra. Resulta interesante que el rey usa el día para gobernar y hacer cumplir su mandato de asesinar a quienes no lo complacen, pero es durante las noches que pasa con Sherezade donde más insubordinación se presenta, hay una desestabilización de las jerarquías que parecían intocables.

Otro aspecto interesante se da desde la noche interpretada como la oscuridad que, como primera medida, siempre es interpretada como aquello que está mal o el mal mismo. Si se tiene en cuenta que Schahriar logró cambiar su corazón durante estas sesiones, que fue “reeducado”, entonces la noche como algo malo pasaría a invertirse con el día, con la luz que es símbolo de pureza y de bondad, deja de ser el vehículo de la maldad para transformarse en cómplice de la justicia.

También hay que mencionar que en la oposición día-noche, ésta última representa no sólo la muerte, sino el renacimiento, es necesaria para que el día, la luz, vuelva a salir.

De igual forma, si la noche se relaciona con las tinieblas, el mal y el caos, es lógico que un lugar cerrado, el espacio en el que ocurre la acción, el contar cuentos, se transforme en un refugio, en el que se encuentra alguien que a través de la palabra logra traer luz. En este espacio encontramos a Sherezade, la guía, a Doniziada, su hermana, su cómplice, la que hace posible que cada noche un cuento sea contado, y al rey Schahriar, el “alma pérdida”, el enemigo que contra todo pronóstico se redime. Estas tres figuras, inevitablemente simbolizan a la familia tradicional, Sherezade como madre, Schahriar como padre y Dionizada como hija.

Este juego de roles es parte de lo que le permite a Schahriar redimirse, convencerse de que la mujer puede ser algo más que una criatura perversa y adúltera y es con ellas, Sherezade y Dionizada, que se da la oportunidad de tener una familia, algo que se negaba una y otra vez al llegar el amanecer y hacer decapitar a las mujeres con las que se había casado el día anterior.

Las mil y una noches no sólo se presenta como una historia feminista en la que las fuerzas subversivas impulsadas por la mujer chocan una y otra vez con el ideal de su papel dentro de una sociedad patriarcal, sino que es también el relato del triunfo de la razón, la palabra y el conocimiento sobre la violencia y la tiranía.



Referencias

Arreola Medina, A. (1995). Actas del XII Congreso de la Asociación Internacional de Hispanistas. La representación De La Noche En La Actual Narrativa Mexicana (1960-1990). (p.53–57). Birmingham: Aengus M. Ward, Jules Whicker, Derek W. Flitter, Trevor J. Dadson y Patricia Odber de Baubeta. Recuperado de https://cvc.cervantes.es/literatura/aih/aih_xii_b.htm

Jarpa Manzur, M. del P. (2007). Sherezade o las rutas del deseo (Magister). Universidad de Chile.

Anónimo (s.f.) Las mil y una noches. Recuperado de: http://biblio3.url.edu.gt/Libros/2011/las_milyns.pdf