El papel del convento en el proceso de escritura de Sor Francisca Josefa de Castillo


Valerie H.



El escribir nunca ha sido dictamen propio, sino fuerza ajena; que les pudiera decir con verdad: Vos me coegistis.
—Sor Juana Inés de la Cruz, Respuesta a Sor Filotea de la Cruz.


Introducción

En el confinamiento austero de los conventos durante la colonia española enAmérica Latina, las monjas místicas no solo encontraron un refugio espiritual, sino también un espacio singular donde su expresión escrita adquirió una relevancia significativa. Este ensayo se propone explorar el papel crucial que desempeñó el convento en el proceso de escritura de las monjas místicas, examinando cómo la jerarquía social interna, el aislamiento entre sus pares y la fe se entrelazaron para moldear y nutrir sus creaciones literarias. Desde las sombras de la clausura, emergieron voces que desafiaron las limitaciones impuestas, utilizando la escritura como un acto de resistencia y conexión espiritual.

La vida dentro de los conventos se reflejaba una jerarquía tan estricta como la que había en la sociedad colonial, en ellos habitaba una diversidad de mujeres, desde monjas y niñas hasta viudas, esclavas y mujeres con conductas controvertibles (Castillo, 2007). Más allá de ser simplemente lugares de oración, los conventos se convirtieron en espacios de interacción social y económica, donde las dinámicas sociales y las relaciones se entrelazaban de maneras complejas.


Convento: aislamiento, obediencia y refugio

En la jerarquía social colonial, las monjas ocupaban una posición equiparable a las casadas y superior a las solteras. A pesar de la opresión social, las monjas tenían el privilegio exclusivo de abordar asuntos espirituales e intelectuales en una cultura que devaluaba lo femenino. La vida monástica era una alternativa para mujeres de la aristocracia sin dote suficiente para el matrimonio, pero también generaba tensiones y conflictos internos, exacerbados por las restricciones y las diferencias sociales. Sor Francisca Josefa relata que sus compañeras del convento levantaron “contra mí una persecución tal, que cuando me vían pasar, me escupían, me decían cosas muy sensibles; y como eran muchas las amigas y criadas, por todas partes me hallaba acosada y afligida” (Castillo, 2007, pp. 81). A menudo era acusada de “revoltosa” o “cizañera” y sufría de un aislamiento constante, a la vez que era sometida a una vigilancia debido a sus dones, para ella, quien se consideraba favorecida en su conexión con Dios, el aislamiento no era un problema, y enfrentaba estas situaciones a través de su relación con Dios, su fe “había de ser mi refugio” (Castillo, 2007, pp. 80).

Las monjas se veían compelidas a conformarse con el ideal de una buena monja, caracterizada por su obediencia, modestia, discreción, vergüenza, devoción y silencio. Era esperado que su obediencia se manifestara especialmente a través de esto último que, junto con el aislamiento de las monjas místicas, garantizaba la pureza ideológica que, fuera de los entornos religiosos, estaba perdiendo terreno frente a las ciencias europeas (Franco, 1995, pp. 32). El viaje místico se percibía, de esta manera, como una vía para liberarlas del confinamiento, al menos en su imaginación. La subsiguiente construcción de sus anotaciones frente a sus visiones era un ejercicio obligado por su parte, que las regresaba al campo de lo racional y que luego era aprovechado por los confesores servía para situar estos éxtasis en un contexto y organizarlos como la historia de una conversión a través de la confesión, lo que la exime “de sus errores y le promete la vida eterna” (Castillo, 2007, pp. XLVIII).

La concepción de las vidas como un modelo de conducta ideal estaba meticulosamente supervisada por el confesor, quien no solo instaba a las monjas místicas a plasmar por escrito sus experiencias, sino que también interpretaba, aprobaba o reprobaba el contenido de sus anotaciones (Franco, 1995, pp. 41). Este control ejercido sobre sus escritos reflejaba la influencia y autoridad eclesiástica sobre la producción literaria en los conventos. En este contexto, la escritura no solo se convirtió en una expresión personal, sino también en un acto sometido a la aprobación y supervisión externa, dando forma a la manera en que las monjas místicas se relacionaban con sus propias experiencias espirituales.


A modo de conclusión

Además, las pocas monjas que podían acceder a la educación, muchas de ellas siendo las mismas místicas, tenían numerosos obstáculos: se supervisaban sus lecturas, no se esperaba que tuvieran un profundo conocimiento del latín, no podían intervenir en debates y se les prohibía hablar en público sobre temas eruditos. Estas restricciones llevaron a muchas monjas a renunciar a la racionalidad y entregarse a la comunión mística con Dios, dialogando con los santos y la Virgen, obedeciendo a sus voces interiores. En un contexto donde el estudio y la participación intelectual estaban limitados, la búsqueda de lo místico se convirtió en un refugio para expresar su espiritualidad y experiencia personal.

A pesar de que para algunas mujeres la elección entre matrimonio o convento parecía ser una especie de callejón sin salida, para otras representaba el único lugar donde podían acceder al conocimiento y, sobre todo, donde tienen la posibilidad de escribir, aunque se limitara al ámbito privado. La vida en el convento, con sus complejas dinámicas sociales, su jerarquía interna y las tensiones resultantes, no solo fue el escenario donde se gestaron las escrituras de las monjas místicas, sino también el lugar donde estas mujeres desafiaron las limitaciones impuestas y buscaron su propia voz en medio de las sombras de la clausura. La interacción entre la jerarquía, el aislamiento, la fe y la búsqueda mística revela la complejidad de las experiencias de estas mujeres, quienes, a pesar de las restricciones, encontraron en la escritura y la comunión mística una forma de resistencia y expresión personal en un entorno socialmente restringido y vigilado.



Referencias

Castillo, F. J. (2007). Su vida. Fundación Biblioteca Ayacucho.

Franco, J. (1995). Escritoras a pesar suyo, las monjas místicas del siglo XVII en México. En Las conspiradoras, la representación de la mujer en México (p. 29-51). Fondo de Cultura Económica.